Historia
“Hemos dado a la nueva capital el nombre del río magnífico que la baña, y depositamos bajo esta piedra, esperando que aquí queden sepultadas para siempre, las rivalidades, los odios, los rencores, y todas las pasiones que han retardado por tanto tiempo la prosperidad de nuestro país” (Dardo Rocha, a la postre socio de nuestro Club, en su discurso del 19 de noviembre de 1882).
La ciudad de La Plata es hija de la Generación del 80. Nació como consecuencia de la federalización de la ciudad de Buenos Aires.
Ante la necesidad del gobernador Dardo Rocha de instalar su administración en un nuevo lugar se procedió al emplazamiento de una nueva ciudad en las tierras de Martín Iraola, lindantes con Tolosa.
En el contexto nacional, surgían los primeros clubes patricios. La aristocracia porteña desde 1880 tenía su centro de reuniones sociales y deportivas en el Club de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires como emblema del “sport”. En La Plata, la creciente presencia de funcionarios públicos, generó la necesidad de la creación de un club similar en la capital provincial.
“La Plata, mayo 31 de 1887. Al señor Don….—Muy señor nuestro: Los abajo firmados tienen el honor de invitar a Vd. a una reunión que deberá celebrarse en los salones de la Sala de Comercio, avenida Independencia entre 46 y 47, el viernes a las 8 de la noche, con el objeto de ocuparse de la fundación de un club de gimnasia y esgrima, cancha de pelota, etc. etc. Creemos inútil encarecer los beneficios que para la higiene y sobre todo para el beneficio de la juventud reporta esta clase de instituciones, por cuyo motivo nos lisongeamos de poder contar con su concurso”.
Veintinueve firmas tenía la invitación. Ese viernes 3 de junio, más de medio centenar de personas se congregaron sin imaginar que su club social se convertiría en una de las instituciones más importantes y tradicionales del país. No sabían que estaban dando el puntapié inicial de esta historia de tres siglos. Nacía La Plata, el club de la ciudad.
Durante la gobernación de Bernardo de Irigoyen, considerando el beneficio de los ejercicios al aire libre, se concedió (por Ley 2784) en usufructo al Club de Gimnasia y Esgrima La Plata el predio ubicado entre las calles 47 y 1. Lugar que ocupó hasta 1905, cuando la Provincia decidió ceder esas tierras a la Universidad Nacional.
El 21 de abril de 1901 Gimnasia comenzó con los deportes al aire libre al inaugurar, en 1 y 47, la Plaza de Juegos Atléticos.
A la gran fiesta de estreno asistieron unas mil personas, todas ellas testigos del primer partido de fútbol en la historia de la ciudad de La Plata. El histórico match se jugó con árbitro, pelota de cuero y capitanes. En el primer partido del fútbol platense hay apellidos que quedarán en la historia del club y de la ciudad.
Equipo A: W. Mongan; F. de la Fuente y A. Lartigue; J. Games, M. Lessieux y Horacio Casco; Benito Lynch, R. Gascón, M. Laborda, A. French y J. Vez Losada. Suplente: A. Albarracín.
Equipo B: E. Graham; C. Carocino y F.Díaz; N. Loizaga, L. Berrotarán y E. Yalour; S. Fuentes, J. Magallanes, J. Mendy, Duarte y Tramain. Suplente: R. Carranza.
Ese mismo día, y en el marco de una fiesta deportiva y social, también se realizaron carreras de velocidad, fondo y obstáculos.
La Plaza de Juegos Atléticos otorgó progreso y un numeroso ingreso de socios, además de atraer al alumnado de diferentes escuelas de la ciudad. El predio se convirtió en el primer campo deportivo de la región. Es allí que el Club de Gimnasia y Esgrima La Plata comienza a practicar fútbol con asiduidad y en donde se juega el primer partido internacional de la historia del fútbol platense, encuentro que disputó el 20 de julio de 1903 y que enfrentó al “Mens Sana” contra los marinos del crucero inglés Cambrian.
En 1905, el club resuelve ingresar a la Tercera División de la Argentine Association Football League, en donde obtiene resultados auspiciosos. Se destaca, entre ellos, haber logrado la mayor goleada de su historia —hasta la fecha— al vencer 10 a 1 a River Plate.
Gimnasia llega al bosque platense y trae consigo, entre otras cosas, el fútbol. Disciplina que forja el destino del club y reconfigura, para siempre, el paisaje y la pasión de la ciudad de La Plata.
El fútbol no paraba de crecer a lo largo y ancho del territorio nacional, y poco a poco, comenzaba a transformarse en una de las mayores pasiones del pueblo argentino. Es ese amor por la pelota que termina torciendo el destino de Gimnasia, que luego de interrumpir la práctica —oficial— de fútbol durante un breve período de tiempo, retorna en 1915 a la, ahora, Asociación Argentina de Football.
Esta decisión no solo repercutirá en el aspecto deportivo de la institución, sino que provocará una transformación mucho más profunda. El retorno a la competición oficial arrastró consigo el apoyo popular, y fue justamente el pueblo quien torció los destinos del club, convirtiendo al fútbol en la principal disciplina de la institución, forjando una identidad aún más social y, por sobre todo, más inclusiva.
El camino comienza a recorrerse en octubre de 1914, cuando se produce un conflicto entre los jugadores del primer equipo de Estudiantes de La Plata —institución fundada por ex socios del Club de Gimnasia y Esgrima La Plata— y los directivos de esa entidad. Había dos sectores antagónicos entre los integrantes del conjunto estudiantil: uno, liderado por Ludovico Pastor, al que llamaban “sangre azul” y otro por Ángel Bottaro y Emilio Fernández, este último obrero de los frigoríficos de Berisso. Se desató una lucha de clases y la comisión directiva albirroja, que tomó partido por el grupo “elitista”, sancionó a Bottaro, no permitiéndole el acceso al club. La ruptura, entonces, no se hizo esperar. Varios de los que compartían la posición opuesta a Pastor, y que en su mayoría provenían de los sectores más postergados de la región, se incorporaron al club Independencia.
El círculo se completó el 8 de marzo de 1915, cuando el club Independencia, comandado por Roberto Felices —a posteriori, ilustre mens sana e integrante de la Selección Nacional de fútbol— se fusiona con la ya existente Sección Football del Club de Gimnasia y Esgrima La Plata, para competir en la División Intermedia. El objetivo era uno solo, ascender a Primera División. Y se logra…
El 26 de diciembre de 1915, con goles de Bottaro y Guruciaga, Gimnasia asciende a la máxima categoría del fútbol argentino. Previamente, el 7 de noviembre y en la cancha de Crucecita, esos mismos jugadores habían ganado la Copa Competencia de Intermedia, al vencer en la final a San Isidro por 4 a 2, con goles de Bottaro (2), Álvarez y Schiaffino. Antes habían batido a Vélez Sársfield (2-0), Huracán (2-0), Germinal (2-0) e Independiente (2-1).
Gimnasia también ganaría la Copa Campeonato al derrotar 1 a 0 a la Reserva campeona de River, con gol de Ernesto Guruciaga. Era 2 de enero de 1916. En menos de dos meses, Gimnasia había ganado la “triple corona” de la División Intermedia. El fútbol era un gran éxito.
Los protagonistas de la histórica gesta fueron: Manuel Álvarez, Luis Basérico, Diomedes Bernasconi, Ángel Bottaro, Ignacio Bulla, Delfín Derves, Laureano Espósito Arrieta, Roberto Felices, Emilio Fernández, Edmundo Ferreiroa, José Galesio, Jorge Garbarino, Ricardo Gazcón, Antonio Gismano, Ernesto Guruciaga, José Iglesias, Clemente Lasta, Sebastian Mansilla, Ricardo Naón, Heliodoro Negri, Pedro Schiaffino, Oreste Ruta, Horacio Sancet y José Torres Amaral.
El 27 de agosto de 1916 nació nuestro partido eterno, el clásico. La cancha de Estudiantes estaba colmada por ambas parcialidades. Era el acontecimiento de la ciudad. A pesar de ser el primero, había cierta rivalidad cocinada a fuego lento a lo largo de una década: Estudiantes había nacido de las entrañas de Gimnasia; luego, a raíz de un problema en las filas estudiantiles, se nutrió Independencia, que pasaría en masa a reverdecer el fútbol mens sana.
Por el local jugaban Ovidio Duarte Indart y Ludovico Pastor. En Gimnasia, Ángel Bottaro, Diómedes Bernasconi y Emilio Fernández quienes se habían ido de Estudiantes cuando eclosionó la interna.
Las relaciones no habían quedado bien entre los estudiantiles y los ahora triperos. El partido era un lindo entrevero de pierna fuerte, más barro que pasto y más ganas que juego. Iban 24 minutos cuando un tiento fue cruzado para Álvarez. Ante la arremetida del “Indio”, Ludovico Pastor —“sangre azul” y líder del bando rival en la mencionada disputa que expulsó a los triperos del conjunto estudiantil— quiso despejar al córner y no hizo más que batir a Duarte Indart, que veía con desesperación como la pelota se le metía en el arco. Gol de Gimnasia. Grito de los reos, festejo mesurado de caballeros. El primer gran grito.
El aire estaba raro. Tenso. Los minutos se consumieron entre alegría e impotencia. El juez Hugo Gondra dijo basta, a grito pelado: “Final”. Victoria de Gimnasia 1 a 0 con aquel gol en contra. Los partidarios mens sanas esperaron a sus jugadores a la salida del “field” y recorrieron la ciudad con una gran bandera al frente, en caravana. La noche se hizo larga en todo La Plata, Berisso, Ensenada y Tolosa. Gimnasia era el dueño del primer clásico platense de la historia, para siempre.
El 31 de enero de 1923, por Decreto del Ejecutivo Provincial, rubricado por el gobernador Cantilo, se concedió “al Club de Gimnasia y Esgrima La Plata de una fracción de tierra de 40.350 m2 situados en el Paseo del Bosque… no pudiendo darse otro destino al terreno cedido que para el que ha sido solicitado…”
El estreno de las nuevas instalaciones se concretó en una doble jornada. El 26 de abril de 1924 se realizó un “almuerzo campestre” donde asistieron los dirigentes, funcionarios del Poder Ejecutivo Provincial, el gobernador José Luis Cantilo e invitados especiales, entre ellos Luis Ángel Firpo, “El Toro Salvaje de las Pampas”. Al día siguiente se desarrollaron diversas actividades populares y el primer partido oficial de fútbol en el nuevo campo de juego. Esa tarde el estadio Juan Carmelo Zerillo vivió su primer triunfo: 3 a 0 ante Estudiantil Porteño.
Ese mismo año, el “Mens Sana” terminaría el torneo de Primera División invicto en condición de local, convirtiendo a su flamante estadio en una verdadera fortaleza. Gimnasia volvía a su casa, el bosque platense.
El estadio conocido popularmente como “El Bosque”, recién fue bautizado con el nombre de Juan Carmelo Zerillo en diciembre de 1974. Fue una justa designación en homenaje al ex presidente (1929-1931) gestor de la idea: “Un Club de todos y para todos”.
El 1° de agosto de 1887 la institución se instaló en su primera Sede Social, ubicada en la esquina de 5 y 54, donde hoy funciona una tradicional cervecería de la ciudad. La segunda Sede, desde el 30 de noviembre de 1889, se localizó en Avenida 53 n° 471 entre 4 y 5. Era lindera al actual “Patio Saturnino Perdriel” y permitía el acceso a un frontón de pelota existente. Esta práctica deportiva fue un imán que atrajo al presidente a cargo, Osvaldo Botet, hacia la manzana de las calles 4, 5 y las avenidas 51 y 53. Allí plasmaron el sueño de utilizar la cancha que perteneció al “Pabellón Argentino” en 1884, construido a partir del “Salón del Banquete”, aquella primera edificación de madera que el 19 de noviembre de 1882 fue parte de los festejos fundacionales de la ciudad de La Plata. Luego hubo un paso provisorio en los altos de la Estación 19 de Noviembre del FF.CC. del Sud —actual Pasaje Dardo Rocha— y, de octubre de 1897 al 16 de noviembre de 1898, en la Avda. 7 n° 1108 esquina 55. El 16 de noviembre de 1898, luego de tres años, se retornó a la zona donde se comenzó a crecer y de la que ya no habría de moverse: calle 4 n° 968 entre las avenidas 51 y 53, frente a la Sede Social actual.
Con fecha 10 de octubre de 1907 el Ejecutivo Provincial cedió por permuta, a manera de resarcimiento por la salida de La Plaza de Juegos Atléticos, un terreno ubicado en la esquina “Oeste” de las calles 4 y Avda. 51. Durante la presidencia de Horacio Arauz se realizó un ambicioso proyecto. Sin embargo, los posteriores directivos de Gimnasia seguían pensando en regresar a la manzana original de calle 4. El predio y la obra quedaron a cargo del Ejecutivo Provincial que construyó la “Asistencia Pública”. Gimnasia, recibió un dinero a cambio que le permitió cumplir su objetivo, adquirir el primer terreno y en el sitio que pretendía. Tras la firma del boleto de compra venta del entonces lote inicial, Gimnasia fijaba el lugar definitivo de su Sede Social, sita en calle 4 n° 965 entre 51 y 53. Se cumplía el anhelo, la nueva edificación se emplazaría en el eje jerárquico de la ciudad de La Plata, el cual fuera concebido para alojar en él a los edificios más representativos de la misma.
Luego de su inauguración en el año 1926 y desde entonces, el club comenzó a desarrollar una política expansionista sobre la manzana, incorporando, sistemáticamente, diferentes inmuebles para cubrir las necesidades que fueron surgiendo con el transcurso del tiempo. El 23 de diciembre de 1946 se colocaría la piedra fundamental de la Sede Social actual, en calle 4 n° 979, la cual se construyó sobre el proyecto de 1948 del ingeniero Francisco P. Belvedere. El progreso institucional exigiría diferentes cambios y modificaciones edilicias, hasta alcanzar la fisonomía presente.
Nos situamos en 1924, piedra fundamental del campeonato logrado en 1929. Gimnasia volvía al “Bosque”, grato espacio que desde principios del 1900 nutrió con su presencia. Scarponi; Galli y Bulla; los hermanos Felices y Alustiza; Curell, Dagliolo, Caldera, Rimassa y Morgada, fueron los once que estuvieron en aquella tarde bautismal. El primer gol en 60 y 118 pudo haber sido de la visita, pero el gran Felipe Scarponi atajó un penal a los 40 minutos de la primera etapa. A la postre, la temporada devendría en, hasta esa fecha, la mejor actuación de Gimnasia en un torneo oficial de Primera División: un segundo puesto, a tan solo dos puntos del campeón, San Lorenzo. El “Mens Sana” estuvo veinte fechas sin perder. “El Bosque” ya daba señales de ser un reducto inexpugnable y una fortaleza a lo largo de la historia del club.
Para 1926, Gimnasia ya era una institución añeja, tradicional y multideportiva en donde se practicaba gimnasia, esgrima, fútbol —”football”, como se decía por aquellos años—, tenis, pelota, rugby, básquet, ajedrez, atletismo y calistenia. El campeonato de fútbol de ese año lo tuvo nuevamente como uno de sus protagonistas, ubicándose en el quinto puesto. Ni los mismísimos “Diablos Rojos”, que promediaban tres goles por partido, pudieron batir la resistencia de Scarponi en el reducto del bosque platense. El equipo respondía, solo faltaba pulir detalles.
En 1929 el club, a través del destacado dirigente Mario L. Sureda, reclutó jugadores del interior de la Provincia, entre ellos Martín Cesáreo Maleanni, de General Lamadrid. Había un objetivo en la mira: conformar un equipo para pelear el siguiente campeonato. Gimnasia crecía en todos los órdenes y el socio así lo percibía. El 26 de julio de ese mismo año, Juan Carmelo Zerillo era electo nuevo presidente de la institución, un respaldo para el proyecto de club que continuaba con una línea de conducta y gestión.
Los frutos no tardarían en llegar. En 1929 se cortaría con la hegemonía de Racing, Boca, Huracán, San Lorenzo, Independiente y River, quienes se repartieron los títulos de Liga desde aquella lejana primera reunificación de 1915.
El Torneo de Fútbol de 1929 fue el tercero organizado por la Asociación Argentina Amateurs de Football (AAAF), entidad perteneciente a la FIFA. Del campeonato de 1929 participaron treinta y cinco clubes agrupados en dos zonas, una de ellas con dieciocho conjuntos y la otra con diecisiete. Los ganadores de cada zona se enfrentaron en un partido para consagrar al campeón absoluto. Gimnasia y Esgrima La Plata compartió su grupo, denominado Impar, junto a: River, Lanús, Racing, Huracán, Banfield, Tigre, Atlanta, Platense y Estudiantes de La Plata, entre otros.
Hubo durante el torneo tres fechas trascendentales en la definición de la zona Impar. El 13 de octubre de 1929 por la sexta fecha y en 60 y 118, se jugó una final anticipada: Gimnasia vs. River. Con los millonarios existía una rivalidad originada desde el comienzo de la práctica del fútbol oficial, ya en 1905 se habían cruzado en la División III de la “Argentine Football Association”. Se enfrentaba entonces a un “rival de época” con quien, en un “cabeza a cabeza” se disputaba el primer lugar de la sección. Las acciones de juego fueron muy parejas, inclusive después de la expulsión del defensor mens sana Vicente Ruscitti, a los veinticinco minutos del inicio. En el segundo tiempo la paridad se rompió. A los quince minutos, Francisco Varallo —futuro mundialista— convirtió el gol de la victoria definitiva para Gimnasia. Fue un espaldarazo clave para jugadores, dirigentes e hinchas.
Quedaba otro peldaño importante en el camino, el clásico platense y de visitante. Crónicas de la época evocaron: “Habrá premios especiales: copas, medallas, sombreros, trajes, objetos de arte y otros; que se sortearán entre los jugadores del vencedor o se entregarán al que marque el primer gol”. En los dos clubes apuraron los preparativos, ya que los equipos estaban en una posición expectante en la tabla de posiciones. El partido se programó para el 22 de septiembre de 1929, pero no se jugó. El diario El Argentino del día 19 publicó: “La suspensión fue resuelta a raíz de una cuestión promovida por el Club Atlético Estudiantes”. El delegado de dicho club aludió a la convocatoria de tres jugadores a la Copa Newton; partido del 20 de septiembre ante Uruguay, donde también estuvo citado Ismael Morgada, aunque Gimnasia no registró objeción. La AAAF, entonces, reprogramó el clásico para el 29 de diciembre en 57 y 1. Partido que tampoco se jugó. Estudiantes de La Plata no se presentó a jugar. La crónica de época de la revista El Gráfico indicaría que el club estudiantil se había retirado antes del torneo por el intenso calor. Naturalmente, Gimnasia ganó los puntos en juego.
Pasó también Huracán, el 24 de noviembre, que ostentaba el título de campeón de 1928 y aquella delantera conformada por Juan Spósito, Guillermo Stábile y Ángel Chiessa. El “Globo” venía invicto al “Bosque”. Diez mil personas asistieron al estadio y el partido lo ganó Gimnasia por 2 a 1, con los goles del oportuno Maleanni y “Panchito” Varallo.
Habiéndose levantado de alguna que otra caída inesperada, y venciendo a todos los que debía vencer, Gimnasia se acercó al primer objetivo: definir la zona sin depender de otros resultados.
En la otra zona, la sección Par, igualaron en el primer puesto Boca y San Lorenzo con veintisiete unidades cada uno y tuvieron que resolver el pasaje a la final en otro encuentro. No se utilizó como definición el alargue, la diferencia de gol o los penales. Después de dos empates, recién en un tercer partido, ganó Boca 3 a 1 y clasificó para enfrentar a Gimnasia. Luego de dos subcampeonatos consecutivos, en 1927 y 1928, los de la ribera querían alcanzar el título mayor y que la tercera fuese la vencida.
El tiempo que llevó la definición de la zona Par obligó a postergar la ansiada final para el año siguiente. La AAAF determinó disputarla el 9 de febrero de 1930 en la antigua cancha de River ubicada en Alvear y Tagle. Se dispuso en caso de empate jugar un alargue de treinta minutos, en dos tiempos de quince cada uno. La División Reserva de Gimnasia también llegó a una instancia final con Boca, programándose el encuentro para el mismo día, pero por la mañana y en cancha de Lanús.
La ciudad hirvió en las horas previas; para presenciar el encuentro se dispuso de transportes especiales en trenes y camiones. El favorito del gran público y de la prensa especializada, fue el club de Buenos Aires, que contaba con figuras destacadas: los seleccionados olímpicos de 1928, “El Gran Bidoglio” y el consagrado goleador Roberto Cherro, la personalidad del paraguayo Fleitas Solich, Mario Evaristo y Alberino. Los mens sanas no contaron con Raimundo Maldini por lesión y el destacado Roberto Bacchi, que salía de una intervención quirúrgica.
Llegado el día esperado, la Reserva ganó por la mañana su partido en cancha de Lanús; derrotó al equipo invencible de Boca 3 a 1. Los goles fueron señalados por Budiño, Palomino, luego de gambetear cuatro jugadores desde el centro de la cancha, y Simielli a segundos del final. Esta divisional dio un verdadero batacazo: jugó diecisiete partidos, ganó quince, sin empates y perdió solo dos, convirtió treinta y cuatro goles y le marcaron únicamente cuatro. Gimnasia era campeón de la División Reserva. Y aún faltaba lo mejor.
A la tarde, treinta mil personas asistieron al espectáculo de la gran final de Primera División, con un nutrido público femenino. El elenco platense había concentrado, durante los días previos, en una casa quinta de la región. Un hecho innovador y muy poco común para aquellos años.
El encuentro no se presentó fácil. Boca se paró mejor y Gimnasia desplegó todo su esfuerzo en defensa, llegando al arco de Mena más por ímpetu individual que por juego. Felipe Scarponi se constituyó en una de las figuras. Promediando el primer tiempo, a los treinta minutos, Di Giano en un intento de rechazo marcó un gol en contra de su valla y puso el marcador 1 a 0 a favor de Boca. La parcialidad rival comenzó el festejo y pensó que la cuestión ya estaba resuelta. Sin embargo, el “Mens Sana” nunca bajó los brazos y en la segunda etapa salió en búsqueda del empate. Llevó el juego al terreno rival, sorprendiendo por su empuje y estado físico. En poco tiempo logró dar vuelta el resultado: a los diecisiete y veinticinco minutos, construyó la hazaña el lamatritense Martín Cesáreo Malianni con dos goles casi calcados; el desborde del “wing” Ismael Morgada y el clásico centro atrás para el oportunismo del goleador que dejó sin chances al arquero Mena. Boca fue en busca del empate, tocado en su orgullo y con el público neutral sumado a los festejos de la parcialidad platense que agitaba banderas y hacía sonar cornetas, respondiendo a aquello de estar del lado del menos poderoso. La defensa de Gimnasia estuvo a la altura de las circunstancias y sin presentar fallas, destacándose Evaristo Delovo, por aquel entonces un “purrete” de tan solo 17 años. El árbitro, justamente, anuló un gol por mano de Kuko; lo que puso nerviosos a algunos espectadores xeneizes que arrojaron piedras a Scarponi, terminando por perjudicar al equipo porteño. Sin distracciones y a puro empeño se consolidó el triunfo final y la consagración, también en Primera División.
El 9 de febrero de 1930 el Club de Gimnasia y Esgrima La Plata se consagró campeón de Primera División por primera vez en su historia, ganándole la final a Boca Juniors por 2 a 1. El título se festejó con entusiasmo tanto en el estadio de River como en toda La Plata. Los hinchas que no viajaron a Buenos Aires a la gran final aguardaron la caravana y el arribo de los trenes que traían a hinchas y jugadores, desatando una celebración apoteósica que recorrió las calles de la ciudad al grito de “Dale Campeón”. La ciudad de La Plata estaba de fiesta.
El campeonato fue la culminación de un proceso —y no un hecho aislado— que se inició en 1924 con el subcampeonato que sembró para cosechar. Un período ejemplar de continuidades en los planteles, participación de juveniles, captación de jugadores y convocatorias a la Selección Nacional. Además, ascenso a la Segunda División en rugby, subcampeonato en el ámbito metropolitano de básquet, obras de arquitectura realizadas en el predio del bosque platense y un incremento considerable en la masa societaria. Un verdadero crecimiento integral.
Plantel campeón argentino de Primera División de 1929: José López Aranguren, Héctor Arispe, Roberto Bacchi, Antonio Belli, Miguel Curell, Evaristo Delovo, Jesús Díaz, Julio Di Giano, Enrique Felices, Ignacio García, E. Gómez, Miguel Ángel Guezález, Joaquín Guruciaga, Juan Carlos Gutiérrez, C. Loesche, Raymundo Maldini, Martín Malianni, José María Minella, J. Milez, Ismael Morgada, Arturo Naón, Alberto Palomino, C. Remondegui, Francisco Ruiz, Vicente Ruscitti, Juan Santillán, Felipe Scarponi y Francisco Varallo. Entrenador: José Ripullone. Ayudante: Ángel Bottaro. Masajista: Rafael “Kid” Lafuente. Delegado en AAAF: Mario Sureda.
Luego del título de 1929, Gimnasia se embarca en una de las giras deportivas más largas y exitosas de la historia del fútbol sudamericano.
Las tribunas del “Bosque” estallan con el cuarto gol de Morgada que pone cifras definitivas en el tanteador, coronando un contundente 4 a 0 contra el Club Atlético San Isidro (CASI). Al terminar el partido, y en medio de entusiastas aplausos y grandes aclamaciones, los “players” locales transitan el campo de juego saludando al público asistente, culminando el recorrido frente a la reluciente tribuna oficial. Por medio de los altoparlantes inaugurados para la ocasión, Mario L. Sureda, el entonces capitán del equipo Felipe Scarponi y un personaje que se presenta como “hincha anónimo”, expresan, ante la atenta afición que colmó el estadio, sentidas palabras cargadas de agradecimiento y esperanza. Ya entrada la tarde, jugadores, dirigentes e hinchas, todos fuertes y unidos, entonan fervientemente el himno del Club de Gimnasia y Esgrima La Plata. La emotiva jornada culmina con el público presente agitando millares de pañuelos blancos en son de despedida. Es el 7 de diciembre de 1930 y todo el pueblo mens sana vive con euforia el preámbulo de un acontecimiento que será histórico. Al día siguiente, Gimnasia comenzará una gira deportiva que será recordada por siempre.
Tanto el reciente éxito olímpico del fútbol sudamericano como las buenas impresiones que dejaron en sus respectivas giras Nacional de Montevideo (1925), Boca Juniors (1925) y Colo Colo (1927), entre otros, fueron razones más que suficientes para que el campeón argentino recibiera la honorable invitación de participar de una gira internacional.
El destino inaugural fue Brasil. Partiendo desde la Dársena Norte del puerto de Buenos Aires e impulsados por el vapor Lutetia Gimnasia arribó a Río de Janeiro, en donde afrontó sus dos primeros compromisos. Se midió con el campeón brasileño Vasco da Gama y un seleccionado del estado de Río de Janeiro. Llamativamente, a los rivales de turno se les sumaron dos adversarios inesperados: el agobiante calor tropical y la luz artificial. Para el elenco tripero fue una verdadera novedad jugar de noche, situación a la que los equipistas argentinos no estaban acostumbrados.
A pesar de que los resultados deportivos no reflejaron lo sucedido en el campo de juego, el “Mens Sana” dejó una excelente impresión. Y así lo expresaron los medios brasileños en sus líneas, subrayando que el club de La Plata fue el primer elenco argentino en maravillar al público carioca.
Ya a bordo del vapor británico Asturias, la delegación del Club de Gimnasia y Esgrima La Plata se despidió del continente americano para afrontar un prolongado y extenuante viaje de dos agotadoras semanas en el que tuvieron que soportar el hostil clima oceánico, entrenar en cubierta y pasar las fiestas de Navidad lejos de sus familias y afectos.
En el epílogo de 1930, la representación de Gimnasia finalmente llegó al viejo continente para, sin demora, continuar el periplo y afrontar doce horas de viaje en ferrocarril hasta la capital española. Sin prácticamente haber descansado allí lo esperaba su primer rival europeo, el poderoso Real Madrid. En un estadio completo y con un arbitraje imparcial como pocos, Gimnasia logró la gesta. En un partido formidable, batió al invencible Real Madrid por 3 tantos a 2. El triunfo fue tan justo y merecido que el público local, rendido a los pies de los mens sanas, aplaudió entusiastamente a su victorioso contrincante.
El 6 de enero de 1931 Gimnasia se enfrentó a otro rival de fuste, el Barcelona. El partido fue presentado con mucha anticipación, la expectativa era grande y el entusiasmo en la ciudad condal creció al conocerse la épica victoria de Gimnasia en la mismísima casa del Real Madrid. No menos de 40.000 personas asistieron al estadio para ver jugar al elenco catalán contra el campeón argentino. Y vaya que lo vieron. El conjunto tripero volvió a pisar fuerte en Europa y puso de rodillas al otro gigante español. Venció al Barcelona por 2 a 1. Tal como había sucedido en Madrid, gran parte de la prensa local se hizo eco de la laureada victoria Mens Sana, y sin escatimar elogios, colocó a Gimnasia como uno de los mejores equipos rioplatenses en visitar tierra española.
La gira prosiguió por las Islas Canarias en donde jugó sendos encuentros contra el Marino Fútbol Club y el Real Club Victoria. Elencos que, a posteriori, se fusionarían junto a otros clubes insulares para conformar la Unión Deportiva Las Palmas.
En Francia, se jugó un único partido. El adversario de turno fue el Red Star FC, fundado y presidido por el destacado dirigente Jules Rimet, quien años más tarde devolvería las gentilezas visitando las instalaciones de Gimnasia en la ciudad de La Plata, ya como presidente de FIFA. El campeón galo, por si fuera poco, se reforzaría para la ocasión con varios elementos del Club Français.
Luego, los argentinos se dirigieron a Alemania, tramo de la gira en donde Gimnasia se vio muy perjudicado por la organización. Hubo partidos que se jugaron con menos de 24 horas de diferencia y otros con largos viajes de por medio, por lo que el tiempo de descanso solía ser más que insuficiente. La mayoría de los campos de juego estaban en pésimas condiciones y el juego brusco de muchos rivales dejaba un tendal de lesionados, obligando a improvisar posiciones y jugar en inferioridad física. Por si fuera poco, una ola polar que azotaba parte de Europa obligó a jugar, en reiteradas ocasiones, bajo copiosas nevadas; acontecimiento rara vez experimentado por un equipo argentino. Paradójicamente, fue ante un manto de nieve que Gimnasia, con un calzado adaptado para la ocasión, logró otra estupenda victoria, al vencer al TSV 1860 München por 4 a 0. Fue su triunfo más resonante en Alemania.
Ya en la vieja Checoslovaquia, Gimnasia alcanzó otra victoria tanto categórica como significativa, que a juzgar por el contexto futbolístico de la época, se convertiría en una de las más importantes de la gira. En esa oportunidad, venció al emblemático Sparta Praha, multicampeón checo y campeón de la prestigiosa Copa Mitropa, la primera gran competición internacional oficial de clubes organizada por la FIFA. Tanto la prensa como los aficionados domésticos presagiaban una contundente victoria del local. Los mismos aficionados que al terminar el partido aplaudieron de pie al equipo argentino que con justicia y buen fútbol, los derrotó a domicilio por 3 tantos a 1. La prensa no tuvo más que deshacerse en elogios ante la inevitable realidad. Los checos bailaron al ritmo del tango.
Tras visitar Austria y enfrentar al W.A.C. vienés, Gimnasia jugó en Italia en donde también logró destacadas actuaciones. Luego de ir perdiendo 3 a 1, empató contra el Inter de Milán, vigente campeón italiano y conocido en aquel entonces como Ambrosiana. Asimismo, en la ciudad de Nápoles, empardó en 2 goles contra el Napoli para más tarde regresar a Barcelona y jugar un partido revancha. Por último, se despidió de Europa de la mejor manera, venciendo en su cancha y ante una multitud, al entonces campeón de Portugal, el poderoso SL Benfica.
Finalmente, y luego de una exitosa gira por el viejo continente, Gimnasia regresó a casa, no sin antes realizar una corta escala en Brasil, para jugar los tres últimos partidos del agitado itinerario.
Una vez en suelo argentino, el recibimiento fue aún más emotivo que la despedida. Numerosos hinchas, ya sea en el ferrocarril o en buses rentados para la ocasión, se trasladaron hasta el puerto de Buenos Aires para recibir a los “muchachos” y escoltarlos hasta la ciudad capital de la provincia.
Como bienvenida, una masiva suelta de globos de colores azules y blancos fue organizada por locales comerciales de diferentes puntos de la ciudad. Mientras que en la estación de ferrocarril de La Plata, una multitud aguardaba —así como sucedió con los campeones de 1929— la llegada de los ídolos. El entusiasmo delirante del público tripero conmovió a los jugadores, que bajaron del tren en andas de los hinchas, emocionados hasta las lágrimas por semejantes muestra de cariño, en una escena tan merecida como inolvidable. No era para menos.
En una época en la que las principales ligas de Europa ya eran profesionales, no había torneos intercontinentales de clubes y “cruzar el charco” era considerado una travesía, existía solamente una manera de demostrar superioridad sobre los grandes clubes del viejo continente. Había que embarcarse en un sacrificado viaje y desafiar al adversario en su propia casa. Y Gimnasia y Esgrima La Plata no solo enfrentó a los poderosos de Europa, sino que los venció con autoridad y caballerosidad, representando fielmente al deporte sudamericano, enalteciendo el prestigio de fútbol argentino y defendiendo los colores de la insignia nacional.
Delegación de Gimnasia y Esgrima La Plata que participó de la histórica gira por Europa y Brasil: Juan Arrillaga, Antonio Belli, Juan Botasso, Atilio Demaría, Pedro Chalú, Silvestre Conti, Miguel Curell, Evaristo Delovo, Jesús Díaz, Julio Di Giano, Juan González, José María Minella, Ismael Morgada, Arturo Naón, Vicente Ruscitti, Leonardo Sandoval, Felipe Scarponi, Oscar Tarrío. Entrenador: Rafael “Kid” Lafuente. Presidente de la delegación: Mario Sureda. Organizador: Alfonso Doce.
El año de 1933 completó un ciclo de una década de significativo desempeño futbolístico de Gimnasia y Esgrima La Plata, que había comenzado en 1924 con el segundo puesto detrás de San Lorenzo de Almagro, la obtención del campeonato de 1929 y la realización de una trascendente gira internacional entre fines de 1930 y comienzos de 1931. En aquella temporada, brilló un equipo que haría historia: “El Expreso del 33”.
Bautizado así por el diario Crítica debido a su marcha regular e imparable y porque, además de ganar, gustaba por su fútbol de alto vuelo. Su andar se detuvo no por cuestiones propias del juego sino por las extradeportivas. Concretamente, los deliberados malos arbitrajes lo perjudicaron notablemente, en beneficio de los cuadros poderosos.
El equipo fue tomando cuerpo en el campeonato de 1932, con una gran segunda rueda y luego con la llegada de algunos refuerzos que se sumaron a un plantel con varios jugadores campeones del 29. Todos bajo la conducción técnica del húngaro Emérico Hirschl, el primer entrenador extranjero en dirigir en el fútbol profesional de nuestro país y el primero en ser transferido de club a club.
Desde el inicio del torneo se vislumbraba un equipo diferente. De juego atractivo y con gran poderío ofensivo. Sendas victorias ante Boca, San Lorenzo y River, algunas de ellas por goleada, pusieron a Gimnasia en órbita de todos. Claramente “El Expreso” era el candidato al título.
Tras una formidable primera rueda, se produjo un conflicto entre los jugadores y los directivos del club. Como consecuencia de ello, Gimnasia abriría la segunda parte del torneo con un equipo de reserva. El partido en cuestión era, ni más ni menos, contra Estudiantes. Con el “Viejo” Curell como capitán, los históricos Belli y Di Giano —con 39 grados de fiebre— y muchos jugadores juveniles, el “Mens Sana” enfrentaba al Estudiantes de “Los Profesores”. Además del liderazgo en la tabla de posiciones, estaba en juego el honor. Fue una histórica victoria para el “Tripero” por un tanto contra cero. El gol del triunfo fue marcado por Emilio Del Prete, en su primer y único partido en la primera división de Gimnasia. Tras el memorable partido ante el clásico rival y ya solucionado el conflicto, “El Expreso” siguió su marcha.
Luego de vencer holgadamente a Talleres por 7 a 1 con ¡5 goles de Naón!, Gimnasia llegó entonado para visitar a Boca. El primer tiempo concluyó con la victoria parcial por 2 a 1, aunque el árbitro De Dominicis no había cobrado dos claros “offside” a los delanteros boquenses y había permitido que sus defensores abusaran del juego brusco. Reiniciado el cotejo, se produjo una jugada fuera del área tripera donde Montañez salió al cruce del atacante Garibaldi, con quien se enredó, cayendo ambos al suelo. El juez del partido no solo interpretó que el defensor mens sana había echo falta sino que la cobró dentro del área, es decir penal, que Varallo —el hijo pródigo— cambió por gol, empatando el cotejo. A los pocos minutos, en clara posición adelantada, Nardini convirtió el tercer gol para Boca, resultado que sería definitivo.
Lo sucedido en el partido con Boca fue una muestra más de tantas injusticias que padeció el equipo. Sin embargo, lo peor estaba por venir. Tocaba visitar a otro grande, San Lorenzo, donde la gota de la inmoralidad y el atropello rebalsaría el vaso. En el “Viejo Gasómetro”, en un partido parejo, el primer tiempo terminó con un empate 1 a 1; en el segundo, el local se puso rápidamente en ventaja. Promediando el complemento, Gainzarain recibió un pase dentro del área local y, cuando se aprestaba a convertir el empate, sufrió la infracción del defensor Fossa: el árbitro Rojo Miró no cobró penal sino tiro libre fuera del área. Pocos minutos después ocurrió el incidente que entraría en la historia del fútbol. Sucedió que ante un avance del local, el jugador García cabeceó al arco y el guardavalla Herrera contuvo la pelota en lo alto y, si bien pisaba el interior de la valla, aquella era mantenida fuera de la línea de gol. El árbitro sin embargo cobró el tanto y el juez de línea Frechou, que estaba ubicado a unos 35 metros del arco y en forma oblicua, rápidamente corrió hacia el centro del campo. Los jugadores de Gimnasia —hartos de ser deliberadamente perjudicados en reiteradas ocasiones— reaccionaron en forma inusitada y ejemplar, pues se sentaron en el campo de juego sin oponer resistencia a las acciones del equipo local, limitándose solamente a poner en movimiento el balón después de cada gol. El hecho se conoció como “la huelga de las piernas caídas” y el partido culminó con una derrota 7 a 1.
Así se expresaba el capitán mens sana, José María Minella, tras finalizar el encuentro: “necesitábamos protestar contra un réferi que viene a sumarse a todos los que nos perjudican; queríamos reflejar de manera caballeresca y reglamentaria pero también efectiva y notoria, nuestra repulsa para una sanción injusta. La única actitud lógica, admisible, legal, es la que hemos adoptado. Hay cosas que no pueden aceptarse sin protestar, por el fútbol mismo como deporte”.
Hasta la prensa capitalina no tuvo más remedio que reconocer que al club platense lo estaban perjudicando premeditadamente. Pero lamentablemente, el daño ya estaba hecho. Gimnasia terminaría el torneo en la quinta posición.
“El Expreso” hizo historia con su fútbol compacto, vistoso y goleador, llegando a los 90 tantos y convirtiéndose en el más efectivo del certamen. Por décadas, fue recordado por la afición futbolística de la mejor manera. Lamentablemente, la corrupción privó al equipo de dirimir el campeonato con justicia, en un campo de juego, un hecho que hasta la fecha es recordado como uno de los acontecimientos más tristes de la historia del fútbol argentino.
En el centro de la cancha de Boca, el capitán Oscar Montañez lloraba. Era el último sobreviviente del “Expreso” y la derrota 4-3 contra el futuro campeón condenaba a Gimnasia al primer descenso de su historia. Lo que para otros significaba un paso atrás, para los triperos fue unión, espíritu y superación.
“Volvíamos con el gerente Masachessi del Estadio del Bosque. Ya habíamos bajado de categoría y el desaliento era tremendo. De golpe, tuve la corazonada y le dije al “Pelado”: “Voy a iniciar un movimiento para la recuperación de Gimnasia””. De esas palabras de Obdulio Tomatti —periodista de El Día y hermano de “Mercurio”— nació el movimiento ¡Arriba Gimnasia!.
Bajo el lema “la adversidad no nos vence, nos retempla”, el movimiento fue vital para el pronto regreso a Primera División. Con récords de recaudaciones, hizo aportes económicos para estimular a los futbolistas, costeó los pasajes de los hinchas que no tenían los medios y colaboró con el club en todo lo que fuera necesario. No había actividad institucional que no tuviese el respaldo de “¡Arriba Gimnasia!”.
Quedaron postales: las enormes movilizaciones a Buenos Aires, en “bañaderas” o trenes; los tranvías de “La Nacional” con propaganda; donaciones en hospitales, a los niños, a los abuelos del Asilo Marín; las miles de etiquetas engomadas, los bonos, los bailes para recaudar fondos.
Una cruzada de fe. Emulada por otros clubes luego, pero sin el fervor popular del triperío.
Gimnasia desfiló por la segunda categoría. Incorporó jugadores que fueron muy importantes como René Manceda (Concepción de Tucumán), Oscar Charini (All Boys), Randolfo Cisneros (Obras Sanitarias de Tucumán), Rodolfo Bissutti (Newell’s) y Carlos Rodríguez de Lara (San Lorenzo) que se sumaron a jugadores importantes como Roberto Rodríguez (goleador con 33 tantos), Gabino Arregui, Enrique Cerioni, José Tombell y Oscar Montañez, aquel veterano que ahora tenía una sonrisa permanente. Gimnasia le sacó 8 puntos de ventaja a Tigre, perdió apenas 5 partidos, convirtió 124 goles y dejó en la memoria un equipo que gustaba y goleaba: en 18 de los 40 partidos hizo 4 tantos o más. Hasta se dio el lujo de enfrentar, en un amistoso en cancha de San Lorenzo, al Seleccionado Nacional que luego se consagraría campeón invicto del Campeonato Sudamericano en Chile. Lo apabulló 6 a 4.
El 2-1 a Tigre en cancha de Estudiantes de La Plata definió la historia a tres fechas del final. En la última, se enfrentó al “Pincha” de Caseros, que cedió la localía para que el festejo Gimnasista fuera total, en “El Bosque”.
Muchas voces se levantaron para que el movimiento siguiese en actividad, pero el objetivo estaba cumplido. Con Gimnasia en la categoría superior, Obdulio Tomatti tomó nuevamente la palabra el 10 de enero de 1945: “¡Arriba Gimnasia! se disuelve. Y si ¡Arriba Gimnasia! no fuese espíritu, sino el efecto de una causa material, el trámite de esta noche llevaría a languidecer y morir a este nuevo y magnífico fervor partidista, incubado al calor del infortunio y en cabal ejecución del repetido lema: la adversidad no nos vence, nos retempla. Hablar de disgregación en este caso no es hablar de muerte. La materia se disgrega y muere, pero el espíritu sobrevive: es inmortal. Y ¡Arriba Gimnasia! que en su simbolismo es pasión, es esperanza, fe, cariño y lealtad fomentados por los gloriosos colores es, en consecuencias, espíritu. Por eso, no puede morir…¡y no morirá!”
La compra del inmueble se realizó en el año 1968, el boleto se firmó el 18 de marzo y se escrituró el 20 de septiembre. La operación financiera, en un principio, se apalancó con aportes de socios, créditos personales e hipotecarios, preventas de lotes y la emisión de Títulos Patrimoniales.
Cincuenta y dos socios avalaron con su patrimonio personal los créditos que fueron necesarios para realizar los pagos iniciales y cuatrocientos veinte, con posterioridad, adquirieron parcelas, antes de realizarse el loteo. El espíritu colectivo una vez más era puesto en marcha en pos de un nuevo anhelo.
El proyecto fue pionero en el encargo al Colegio de Arquitectos de la Provincia de Buenos Aires de la organización del “Concurso Nacional de Anteproyectos y Zonificación”, bajo el reglamento de la Federación Argentina de Sociedades de Arquitectos, para definir la idea y al profesional a cargo de desarrollarla. El ganador correspondió al presentado por el arquitecto Marcos Winograd, cuyo nombre lleva el Salón de Actos de la Facultad de Arquitectura de La Plata. El arquitecto Raúl Belvedere, integrante de la comisión directiva mens sana, fue el impulsor de este tipo de preselección.
De forma paralela, por Ley Provincial (2601/55 y 4772/61) se autorizó la subdivisión de lotes dentro del predio. El 21 de septiembre de 1971 se aprobó la compra de una fracción lindera, antes destinada a calles, que se anexó a la del Complejo Deportivo y Recreativo Estancia Chica.
Desde piletas hasta el autódromo Oscar Zambano, pasando por grandes campos de entrenamiento, una casona única en su arquitectura patrimonial y un asiduo centro de encuentro para socios, la vida de Abasto pasó a estar intrínsecamente relacionada con Estancia Chica. De esta manera Gimnasia extendió su esfera de influencia dentro de todo el partido de La Plata.
El templo del deporte de la ciudad, el “Poli” de la capital de la provincia de Buenos Aires. De los escombros del anterior “Gran Gimnasio” emergió, en el centro neurálgico de La Plata, una obra inmensa por donde desfilaron los mayores deportistas de nuestro país y los más grandes artistas de la escena nacional.
Sobre el proyecto y dirección técnica del arquitecto Gianni Ranaletta, se concluyó el primer Polideportivo de la ciudad de La Plata al cual se lo denominó Víctor Nethol. La comisión especial para la concreción de la obra fue integrada por: Alejandro Breccia, Rubén Bormapé, Carlos Asnaghi y Amadeo Cejas. El 20 de noviembre de 1981, como parte de los festejos del 99° aniversario de La Plata, se realizó su inauguración.
El “Decano de América” tuvo en 1987 un festejo a la altura de las circunstancias, con intensos días de fiesta en cada rincón de la ciudad de La Plata. El 3 de junio a las 00:00 se cantó el cumpleaños feliz en un colmado Polideportivo, para luego continuar las jornadas con los agasajos correspondientes. Cena protocolar en el emblemático Pasaje Dardo Rocha con la presencia del mismísimo presidente de la FIFA João Havelange, almuerzo popular en “El Bosque”, carrera por la ciudad de La Plata, suelta de globos y mucho más. Un festejo carnavalesco, pero en junio, como solo el triperío podría realizar. No era para menos, Gimnasia cumplía sus primeros 100 años de vida.
En el año 1992 y ante la necesidad de contar con un predio para el fútbol infanto-juvenil, se iniciaron tramitaciones para la disposición de tierras para prácticas futbolísticas y torneos deportivos. Un grupo de terrenos, a escasa distancia del estadio Juan Carmelo Zerillo, fueron cedidos al club primigeniamente hasta el año 2004 y luego de manera definitiva el 30 de noviembre de 2015.
Desde entonces, las revitalizadas tierras se han nutrido de chicos y chicas que, además de educarse, practican fútbol y hockey.
El 5 de abril de 1992 Gimnasia llegaba al clásico sin haber ganado un solo partido en el torneo. Dos empates y cuatro derrotas no era un buen antecedente. La espada de Damocles pendía sobre la cabeza del técnico de turno, Gregorio Pérez. Sin embargo, la tribuna tripera sintió, como siempre, la obligación de acompañar el momento y colmó los sectores correspondientes desde temprano.
Trabado y chato, era el típico choque en el que ambos equipos juegan a no perder. Leonardo Squadrone bajó con “foul” a Hugo Romeo Guerra, pitó Juan Bava y José Battle Perdomo tomó la pelota. El uruguayo tenía 27 años y venía de un periplo europeo (Genoa, Coventry, Betis). En un partido cerrado, los triperos estaban expectantes, viéndole la espalda a ese número 6 que sabían que le pegaba bien a la pelota. Más de uno se habrá preguntado por qué no le pegaba Odriozola. Contra todos los pronósticos, Perdomo ejecutó suave, con la cara interna del botín derecho, buscando el poste ídem de Yorno que se sorprendió con la justeza del remate. No tuvo reacción. Gol de Gimnasia.
La popular que da al Colegio Industrial explotó como nunca. Gritos, abrazos y saltos le dieron vida a los tablones y vigas. Esa tribuna donde no cabía una aguja había provocado que otra se moviese a unas cuadras de distancia…
El sismógrafo de la ciudad de La Plata detectó un movimiento. La Agencia Científica del Gobierno de Estados Unidos —donde trabajan alrededor de 10.000 especialistas— también percibió el suceso. Inmediatamente comunicó el fenómeno a 120 países. Algo había sucedido.
La ciencia no daba lugar a dudas, la hinchada de Gimnasia, con su desaforado festejo de gol, había provocado un temblor en la ciudad.
No eran tiempos de internet ni redes sociales, sin embargo, la noticia no demoró en difundirse. Los informativos de todo el mundo dieron la noticia de un sismo a causa de un gol, un gol de Gimnasia. El gol del terremoto.
La llegada del uruguayo Luis Garisto Pan a la dirección técnica de Gimnasia, promediando la década del 80, dio inicio a un largo período de continuo progreso. Con humildad, simpleza, orden y por sobre todas las cosas trabajo, el “Mens Sana” encontró estabilidad, para luego retomar el camino del crecimiento y el protagonismo futbolístico. Bajo los mismo preceptos, trabajó el también charrúa Gregorio Elso Pérez, logrando una continuidad en el proceso que llevó, entre otras cosas, a que Gimnasia clasificara a diferentes torneos internacionales.
Con la casa en orden y las bases para seguir progresando, Gimnasia estaba listo para dar el siguiente paso.
A mediados de 1993, la Asociación del Fútbol Argentino decidió conmemorar sus 100 años —en realidad, la fundación de la Argentine Association Football League, a quien la entidad toma como antecesora en su estatuto fundacional de 1934— con un torneo oficial disputado por los 18 equipos de Primera División, con modalidad eliminatoria. En una primera fase se eliminaron los clásicos rivales —partido y revancha— y luego el torneo siguió con ronda de ganadores y perdedores, respectivamente, a solamente un juego.
Así, el clásico de ida se disputó en “El Bosque” y fue victoria 1 a 0 con gol de Guillermo Barros Schelotto. Lamentablemente, el partido se suspendió a los 15 minutos del segundo tiempo debido a un proyectil que partió de la tribuna de Estudiantes de La Plata y golpeó en el rostro al árbitro Juan Carlos Biscay. El Tribunal de Disciplina de AFA, posteriormente, daría por finalizado el partido. La revancha disputada en cancha de Estudiantes fue un pálido 0 a 0 que permitió la clasificación tripera a la siguiente instancia. En esta, Gimnasia eliminó sucesivamente y en cancha neutral a Newell’s Old Boys (1-0), Argentinos Juniors (2-1) y a Belgrano de Córdoba por penales, en la final de la ronda de ganadores y tras igualar en 2 tantos por bando. El “Indio” Fabián Vázquez convertiría el penal definitorio que llevó al “Lobo” a la ansiada final de la Copa Centenario.
Los triperos sentían que el objetivo estaba cerca… sin embargo, la final se haría desear. Meses debió esperar Gimnasia por la definición del torneo. Por la ronda de perdedores se enfrentaron River Plate-Deportivo Español y San Lorenzo-Racing; luego, River Plate-Argentinos; recién en diciembre de 1993, River y San Lorenzo y en enero de 1994 —una semana antes de la final— River derrotó a Belgrano 2 a 1 en la final de perdedores, resultado que lo clasificó para definir el campeonato.
Carlos Ramacciotti y Edgardo Sbrissa fue la dupla técnica durante todo 1993 y a pesar de su buena labor, no hubo acuerdo para que continuaran en el cargo. Por eso, la final del campeonato contra River Plate marcó nada menos que el debut del nuevo entrenador, Roberto Perfumo. Enfrente estaba Daniel Passarella al mando de un equipo plagado de figuras que días más tarde ganaría el torneo Apertura 93-94. Poco importó. El “Lobo” festejaría el segundo título de su historia en la máxima categoría.
Fines de enero y La Plata era un encantador infierno. Las colas por una entrada y la posterior reventa cuando el cartelito de “localidades agotadas” era una realidad. El regreso apurado de los afortunados que estaban en el partido de la costa e interrumpían sus vacaciones para estar en “El Bosque”. Familias enteras cortando papelitos para recibir al equipo. Tan solo algunas de tantas escenas inolvidables.
Un día especial, de tensiones acumuladas, de nervios contenidos, de ojos vidriosos, de emociones a flor de piel. Una tarde a puro Gimnasia. Eucaliptus y choris, papelitos y petardos. Bombos, banderas. Los lobos posando con el plantel. El calor insoportable, pero la mayoría con la camiseta puesta, como emblema, como símbolo. Gimnasia iba a ser campeón y todos estaban convencidos. La palomita de Guerra dejó disfónicos a muchos. Y el 2 a 1 del “Moncho” hizo temblar los tablones, una vez más. El remate seco y bajo de Guillermo Barros Schelotto, casi con bronca, al empujar el centro de Favio Fernández, desató el delirio…
Alegría en estado puro. El festejo de Varallo en la techada. Las palabras emocionadas del presidente Delmar. Perfumo, con los brazos en alto. La vuelta olímpica de los jugadores. Guillermo “en cuero”, en andas: ya la camiseta era un preciado trofeo. A la distancia, Favaloro era feliz. Gimnasia era nuevamente campeón tras 64 años.
Plantel campeón de la Copa Centenario: Guillermo Barros Schelotto, Gustavo Barros Schelotto, José María Bianco, Pablo Andrés Caballero, Rolando Hernán Cristante, Sergio Dopazo, Fabio Damián Fernández, Pablo Fernández, Fernando Alberto Galetti, Jorge Javier Gregorutti, Hugo Romeo Guerra, Javier Lavallén, Omar Andrés Mónaco, José Hugo Montelongo, Pablo Morant, Enzo Leonardo Noce, Hernán Ortiz, Ariel Gustavo Pereyra, Joaquín Damián Saffores, Jorge Héctor San Esteban, Guillermo Sanguinetti, Daniel Alejandro Stremiz, Pablo Talarico, Fabián Vázquez, Victor Zwenger. Directores técnicos: Carlos Ramacciotti y Edgardo Sbrissa.
Ganar el Torneo Centenario le significó a Gimnasia la posibilidad de disputar la Sanwa Bank Cup contra el ganador de la flamante Japan League, el Verdy Kawasaki.
Tras 31 horas de viaje, el plantel dirigido por Roberto Perfumo se instaló en el Takanawa Prince Hotel de Tokio, con la expectativa de la presencia o no en el equipo de Hugo Romeo Guerra, el “Camello”, quien había sido operado de apendicitis una semana antes del viaje.
El Estadio Nacional de Tokio, con 60 mil locales y un centenar de triperos, recibió a Gimnasia mientras a las cero horas del sábado 26 de febrero los hinchas se agolpaban en los pocos televisores que tenían TVS, único servicio televisivo que transmitía el juego.
Enfrente estaba Kazu Miura —el mejor jugador de la historia nipona— y nacionalizados como Bismarck y Ruí Ramos. En la primera mitad Hugo Romeo Guerra abrió la cuenta. En el segundo tiempo, Miura logró la igualdad al convertir un gol olímpico (zurdazo cerrado desde la derecha), Guillermo Barros Schelotto puso el 2 a 1 y Bismark consiguió el empate definitivo a menos de diez minutos del final. En los penales se impuso el conjunto local y se quedó con la copa.
Para los aproximadamente 100 hinchas que estuvieron esa tarde en el Estadio Olímpico, fue un momento de suma emoción. Para Gimnasia, una de las excursiones más ricas de su extensa historia.
“El técnico que por decisión unánime eligió la comisión directiva es el señor Carlos Timoteo Griguol”. Las palabras del presidente Héctor Delmar retumbaron en la sala de reuniones de la Sede y se amplificaron a partir de las radios y los diarios de la mañana siguiente. Gimnasia se aprestaba a vivir un lustro de alegrías y emociones.
La primera vez del “Viejo” en Gimnasia fue en “El Bosque”, el 29 de octubre de 1994 frente a Platense. Lagorio y Dueña se anotaron en la red, ambos en el segundo tiempo. El inicio de la era terminó con números bárbaros: 4 ganados, 6 empatados y sólo una derrota con Boca. Llegaba el verano. Griguol, junto a Javier Valdecantos, empezaba a preparar su equipo con paciencia de orfebre. Así, peleó el torneo del 95 hasta la última fecha, con un equipo utilitario, sacrificado y que corría hasta el último minuto. Por eso, muchas victorias llegaron sobre la hora. Guillermo Barros Schelotto era crack, nuestro crack, y lo respaldaba un equipo con mayoría de jóvenes del club. Noce; Sanguinetti, Morant, Ortíz, Dopazo; Gustavo, Alonso, Bianco, Favio Fernández; Guillermo y Lagorio conformaron esa base.
Los nombres cambiaron y un año después, Gimnasia estaba peleando otra vez un campeonato pero con una formación lujosa en la cual Guillermo encontraba socios en el “Beto” Márcico y José Fabián “Pepe” Albornoz, dos grandes apuestas. El “Beto Mágico”, por su edad; “Pepe”, por su rodilla maltrecha. La rompieron.
Griguol había armado un 3-4-1-2. Ahora Noce conservaba el arco pero Sanguinetti, San Esteban y Pereyra formaban una línea de tres en defensa; Larrosa relevaba, Yllana jugaba por adentro, Gustavo y el “Yagui” lastimaban por afuera y los de adelante hacían delirar a todos. El derrotero dejó resultados importantísimos, como los cuatro goles a los equipos rosarinos, la victoria ante River en el Monumental, el 6 a 0 a Racing y una tarde inolvidable que es un capítulo aparte en la campaña y la historia de Gimnasia: el 6 a 0 a Boca en la mismísima “Bombonera”.
Del equipo de laburantes del 95 y el lujoso del 96, Timoteo hallaría una síntesis: un equipo de dinámica y potencia europea. Troglio y Guglielminpietro surcaban las bandas, Messera era juego, Sava inteligencia, el Pampa Sosa, gol. Tercero y segundo respectivamente de los torneos del 98, ese equipo quedó en la memoria, entre otras cosas, por la victoria 3 a 0 en el clásico platense.
Timoteo se fue del “Lobo” al Betis a mediados del año 1999. Gregorio Pérez le cuidó el lugar —en su segundo ciclo— porque un año después Griguol volvió como si hubiese dejado indicaciones el día anterior. Estuvo un año y medio y armó un equipo con juveniles en defensa de tres —Zaniratto- Herner-Licht— y un tridente de ataque imparable con Messera de enganche y Enría desbordando para el goleador Sava. Esa base ofensiva devolvería a Gimnasia al plano internacional, ya de la mano de Ramacciotti.
Otra vez fue el turno del adiós, pero parecía que en Gimnasia solo dirigía Griguol. Volvió en 2003 por una temporada. Y ahí sí, la despedida definitiva.
Los hinchas jamás olvidaron al “Maestro cordobés” de gorrita sobre la pelada, el “comoeh” a flor de labio, siempre cerca del tractor y adelantado en el conocimiento del fútbol. Un caballero: “para mí, juego limpio es educación”. Inculcó valores, estudios y actualización constante. Un verdadero mens sana.
El plantel de Cuarta División de fútbol del Club de Gimnasia y Esgrima La Plata se consagra campeón de la categoría y con ello, el “Mens Sana” ingresa al selecto grupo de clubes argentinos que orgullosamente fueron —a los largo de su historia— campeones en todas las categorías de fútbol. División Reserva, la antigua Tercera, Cuarta, Quinta, Sexta, Séptima, Octava y Novena. En todas ellas Gimnasia salió campeón, además de ser campeón del torneo de Primera División (1929) y de una copa nacional (1993).
De Francisco “Pancho” Varallo a los mellizos Guillermo y Gustavo Barros Schelotto, de Arturo Naón a Roberto Carlos “Pampa” Sosa, de Evaristo Delovo a Leandro Cufré, al igual que Jorge el “Coco” San Esteban, el “Negro” Miguel Curell, “Nacho” Fernández, Ismael Morgada, Maximiliano Meza, Felipe Scarponi, Mariano Messera, Diego y Daniel Bayo, Andrés Guglielminpietro, José María Minella y Sebastián “Chirola” Romero, entre tantos otros, dan testimonio de una tradición formativa centenaria.
La incursión de la institución en la educación formal de los miembros de la comunidad es un paso natural en el crecimiento de un club social como Gimnasia, además de un anhelo de sus asociados.
El proceso comenzó con la creación del jardín de infantes, fundado en el año 1999. Siguió con la creación de la escuela primaria, en marzo del año 2001, la cual fue bautizada con el nombre de “Dr. René Favaloro” el 14 de agosto de ese mismo año y que comenzó a funcionar en el predio El Bosquecito a partir del 2 octubre de 2003. En marzo de 2006, se incorporó también la escuela secundaria y a fines del año 2011 egresó la primera promoción. En los últimos años se materializó el turno tarde y la posibilidad de que los chicos de las divisiones inferiores de nuestro club puedan amalgamar entrenamientos y asistencia escolar, en clara consonancia con nuestro lema fundacional: “Mens sana in corpore sano”.
Hoy la formación educativa brindada por el Club de Gimnasia y Esgrima La Plata se destaca como una de las más importantes de la ciudad capital. Ser protagonista de la instrucción de los niños y jóvenes de la región es un orgullo institucional, que excede cualquier logro deportivo posible.
Nació en la ciudad de La Plata el 12 de julio de 1923 y pasó su infancia y juventud en el popular barrio “El Mondongo”, conformado en su mayoría por familias humildes y sacrificadas. Sus padres, Juan Bautista —ebanista y carpintero— e Ida —modista— inculcaron en sus hijos los valores que plasmarían en cada acción a lo largo de sus vidas. En esos años de adolescencia, René forjará la convicción que luego transmitiría a los más jóvenes: que “nada, nada, se consigue sin esfuerzo”. Su abuela Cesárea —a quien le dedicó su tesis de doctorado— le inspiraría el amor por la vida, gracias a ella aprendió a amar la naturaleza hasta en su más mínimo detalle. Fue su tío Leopoldo quién acercó por primera vez a René, de apenas diez años, al Estadio de 60 y 118. El resto solo fue amor.
Pasó su vida cerca de Gimnasia, incluso siendo Jurado de Honor de Comisión Directiva, a pesar de las distancias y obligaciones propias de ser una eminencia mundial de la medicina.
Por ilustre argentino y tripero de ley la platea techada lleva con orgullo su nombre.
Otro rasgo que caracteriza a los triperos es la solidaridad. En reiteradas oportunidades y a lo largo de la historia, el hincha de Gimnasia se ha caracterizado por su generosidad. Una de las innovadoras maneras que tiene el pueblo gimnasista de brindarse es a través de la donación masiva de sangre que se realiza desde el 3 de junio de 2005 y que se repite cada aniversario del club y todos los 10 de diciembre, por el Día del Hincha de Gimnasia.
La iniciativa nació de un grupo de socios que ante la proximidad de un nuevo aniversario del club, reflexionaron sobre una nueva forma de festejar el cumpleños de la institución. La novedosa idea no demoró en tomar forma y mucho menos en contagiar al triperío. La propuesta fue un éxito de principio a fin.
Grandes y chicos. Abuelos y nietos. La concurrencia fue excepcional. Todos vestidos de Gimnasia. La repercusión mediática a nivel nacional fue enorme. Canales de televisión, radios y periódicos se hicieron eco de la donación de sangre tripera.
Con el paso de los años, el evento quedó institucionalizado y ya es una tradición más del pueblo tripero. Y no solo eso, afortunadamente, la iniciativa también contagió a muchos otros clubes que hoy en día realizan acciones similares.
Lo que una vez fue una original manera de festejar un aniversario hoy es una tradición. Gimnasia no es simplemente una institución deportiva, es una familia, que pregona valores y, orgullosamente, los respeta.
Con pasado en River, Pedro Antonio Troglio llegó para quedarse. Forjó su relación con los hinchas desde el 97 y la profundizó como entrenador con sus grandes campañas de 2005, el retorno a Primera División en 2013 y la Copa Argentina del año 2018.
A los 31 años, tras ocho años de jugar fuera del país y con un Mundial sobre el lomo, Troglio arribó a Gimnasia. Suplente o titular, a gusto con Timoteo o aceptando las decisiones de otro DT, Troglio fue sacrificio y dinámica. Siempre, dejando un surco por la banda derecha. Del lejano 97 hasta la despedida en 2002, fue mimado por los hinchas.
En 2005, el hombre que como jugador pensaba que “nunca sería entrenador” estaba al frente de Godoy Cruz cuando Gimnasia lo llamó tras la partida de Ischia. El panorama no era alentador, ya que el promedio era una soga al cuello que ajustaba cada vez más. No dudó. Asumió y después de algún que otro traspié enderezó el barco. Ese Clausura 2005 terminó con Gimnasia fuera de la zona de riesgo, gracias a grandes triunfos sobre Argentinos Juniors y River de visitante, goleada en el clásico y victoria ante Newell’s, por la última fecha del torneo.
El Apertura empezó con la necesidad de seguir sumando puntos para engordar el promedio. Se fue el “Caio” Enría y llegó Carlos Navarro Montoya para ser dueño del arco. Los resultados no fueron los ideales, hasta que en la octava fecha el team arrancó y enhebró 8 victorias en fila para llegar a la punta del torneo, incluido un 1-0 inolvidable ante Quilmes con el penal picado por Lucas Lobos. Aún se recuerda el regreso, con la autopista copada por miles de triperos. No se logró la coronación final, pero la campaña global resultó excelente. El Clausura 2006 también fue un buen torneo: 69 puntos, clasificación a las Copas Sudamericana y Copa Libertadores. De su mano, Gimnasia retornaba al plano de las competencias internacionales. Dejó el cargo en 2007.
El regreso fue en 2011 con el Lobo en el ascenso. El corazón pudo más que la razón. Y si bien no pudo lograr el ascenso en dicha campaña, conformó un gran equipo con las llegadas de Oreja, Barsottini, Blengio, Licht y Pereyra más figuras como Monetti y Niell. Todos ellos piezas claves para regresar a Primera División. El desahogo hasta las lágrimas fue en el estadio Kempes, contra Instituto de Córdoba. Su familia estaba allí, incluso su pequeño hijo Mirko de pocos meses estuvo en la cancha, en sus brazos. Gimnasia volvió a su lugar y Pedro siguió en primera —peleó hasta el final el torneo de 2014 y volvió a jugar copa internacional— hasta redondear cuatro años y medio al frente del plantel, donde continuó acrecentando su porcentaje de puntos y partidos ganados al mando de la institución.
Luego llegaría otro capítulo. Una nueva etapa como director técnico durante el 2018 y parte del 2019, período en el que se destaca haber alcanzado la final de la Copa Argentina luego de notables victorias ante el River de Marcelo Gallardo y Boca Juniors, ambos finalistas de Copa Libertadores de dicho año.
La historia marca que Gimnasia obtuvo las escrituras de transferencia definitiva de las tierras del predio del “Bosque” el 11 de octubre de 2011.
Sin embargo debemos remontarnos al 10 de diciembre de 1990, cuando el pueblo gimnasista, a través de sus socios e hinchas unió sus fuerzas y voluntades y se convocó en Plaza Moreno en pos de reclamar activa y colectivamente por un derecho postergado, ser el dueño de su casa.
El convencimiento de reclamar lo que era justo y propio se fue contagiando entre los triperos, nucleados desde diferentes sectores pero enfocados, todos, hacia un mismo fin: obtener la cesión definitiva de las tierras. Tras numerosas marchas y la lucha tenaz, se produjo un resultado concreto en junio de 2009, cuando el Concejo Deliberante aprobó una ordenanza y un convenio firmado entre la Provincia y la Comuna con los clubes tradicionales de la ciudad. En diferentes ámbitos, con avances y retrocesos, la perseverancia y el ahínco de los gimnasistas, que nunca abandonaron sus principios y su sentido de pertenencia, tuvo el desenlace anhelado. En octubre de 2011, los mens sanas lograron su objetivo: “El Bosque”. Su casa. Nuestra casa.
Un sueño, un proyecto, un nuevo logro colectivo. El Campus es un centro de alto rendimiento deportivo de nivel internacional que los futbolistas de la institución disfrutan día a día.
El primer tramo se inauguró a fines de 2015 y fue realizado íntegramente por socios e hinchas del club, en su mayoría miembros de la Fundación Campus Gimnasia, que acercaron el proyecto primigenio, aportaron dinero y también equipamiento. La obra cuenta con 300 metros cuadrados de gimnasio, un vestuario para 36 jugadores, otro para el staff técnico, consultorios médicos y kinesiológicos. Además tiene sala de masajes y utilería, hidromasajes, saunas, duchas escocesas, duchas finlandesas, zona de rehabilitación y equipos de última generación que nutren a las diferentes áreas del fútbol profesional. También cuenta con un auditorio y una sala de conferencias de prensa, entre otros servicios, que lo convierten en un centro de primer nivel.
Del lado externo del edificio se encuentra el Boulevard René Favaloro, que cuenta con 600 lajas con las respectivas inscripciones de los socios, hinchas, jugadores, ex jugadores y dirigentes que generosamente realizaron un aporte desinteresado en pos de cumplir un objetivo común.
El proyecto completo prevé una segunda etapa complementaria a la existente y que incluirá un complejo habitacional que en su totalidad y visto desde el aire conformará una letra “G”.
Todos los diarios y portales de noticias, absolutamente todos, hacían referencia a una misma información. No importaba si el medio era nacional o extranjero, si era una web de Bariloche o un diario Alemán. Daba igual. Todos hablaban de lo mismo: la buena nueva.
Era el 5 de septiembre de 2019 y Diego Armando Maradona se convertía en el nuevo director técnico del plantel de fútbol profesional del Club de Gimnasia y Esgrima La Plata.
El “Mens Sana” no estaba atravesando su mejor momento futbolístico, sino más bien lo contrario. Sumido en la lucha por mantener la categoría y sin encontrar respuestas futbolísticas, el hincha del “Lobo” temía un desenlace indeseado. El trabajo y el esfuerzo parecían no alcanzar para revertir la situación. Se necesitaba de otra cosa. Tal vez de algo superior.
Y llegó él.
Su arribo al “Decano de América” revolucionó a la ciudad de La Plata, conocida desde entonces como “La Nueva Nápoli”. Desborde emocional, festejos en las calles y colas interminables en una inédita y masiva conscripción de socios; postales de las primeras horas en una capital provincial que en cada esquina hablaba de un mismo tema.
De la noche a la mañana, la mayor parte del público futbolero se convirtió —por entonces— en hincha de Gimnasia. La sola presencia de “Pelusa” en el banco de suplentes tripero hacía desbordar todas las canchas, propias y ajenas. Homenajes y manifestaciones populares en cada ciudad que visitaba el elenco del Diego se sumaban al carnaval cotidiano que se vivía la ciudad de las diagonales. Era la revolución maradoneana. Era la vuelta del astro a su tierra. Era el retorno del ídolo al césped argentino, luego de tantos años sin tener la posibilidad de trabajar en su país.
Los primeros resultados deportivos no acompañaron, pero se evidenciaban mejoras en el funcionamiento del “team”. Poco a poco el ex técnico de la Selección Nacional, junto a su grupo de profesionales, le fueron encontrando la vuelta. Trabajo habían prometido y trabajo hicieron. Las victorias comenzaron a llegar. El equipo se había afianzado y terminó de consolidarse tras el mercado de pases. Gimnasia se había vuelto un equipo complicado, difícil para cualquiera, y bajo la dirección de Diego Armando Maradona había logrado una buena cantidad de puntos que lo ubicaban expectante, a merced de la salvación.
En el mejor momento la pandemia llegó. Y el resto es historia.
El club fue a buscar a Maradona, pero el contrato lo firmó Diego. Humilde desde el minuto cero y agradecido de tener la chance de volver a trabajar en Argentina, su país. Solidario y generoso con todos. Defensor incondicional de los suyos. Compañero y amigo de los trabajadores del club. Líder. Director técnico. Tripero.
Como un hilo azul, pareciera que las vidas de Diego y Gimnasia estaban unidas desde antes: 1982, juega en el Bosque con Argentina; en 1984, tan solo una semana después de firmar con el Nápoli, Diego llega de visita al “Bosque”, nuestro templo; ya en los 90, vuelve como DT de Mandiyú y más tarde como jugador, en un “match” a beneficio de la Cruz Roja; también estuvo aquella tarde contra San Martín de San Juan apoyando a su amigo, Guillermo. Y siempre, siempre, con palabras elogiosas para con nuestro club y su gente.
Diego vive en Gimnasia. En cada mural. En cada camiseta. En cada bandera. Fue feliz en Gimnasia. Y Gimnasia fue feliz con él.